Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.
Entonces María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?». Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis».
Gran número de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
«Vive Dios» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«Music from Braid» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Llevaremos nombres,
rostros, historias.
Recorreremos caminos,
a paso lento o al galope.
Enjugaremos lágrimas,
compartiremos alegrías plenas.
Pondremos la mesa,
partiremos el pan.
Seremos Palabra, eco y canto.
Hospedaremos hermanos,
aun en las persecuciones estaremos.
Una vez más saldrás al encuentro.
Y lo insignificante se hará Reino.
Oportunidades radiantes, luminosas.
Un amor con aroma a estreno.
La ternura puja y gana.
Hasta el fin del mundo, prometiste.
Perfume, unción, soplo, perdón, envío.
Creo. Creemos.
Otros cristos, cristianos.
Y en cada latido se imprimirá lo nuevo.
(Malvi Baldellou)