Muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.
Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día».
Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
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Señor, Tú eres la Vida, mi Vida, la Vida verdadera.
Ante el miedo a la pérdida, Tú mi abundancia.
Ante la inseguridad de lo desconocido, Tú mi certeza absoluta.
Ante el dolor y la impotencia, Tú la fuerza que me sostiene.
Ante la oscuridad y el no saber, Tú la luz que ilumina mis opciones.
Ante la parálisis de mi cobardía, Tú el impulso de cada intento.
Ante lo que parece que no tiene salida, Tú mi horizonte infinito.
Sí, Señor, yo creo que Tú eres el Cristo.
La Resurrección y la Vida,
mi Vida, la verdadera Vida.
(Gloria Díaz Lleonart)