Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.
Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles: «No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa».
Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el Evangelio y curando en todas partes.
«Salmos Dominicales» © Autorización de Nico Montero
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Ve por las calles y lugares familiares. Ve al encuentro de los otros. Los que ya conoces, y quizás gente a la que irás conociendo. Hay mucho mal en nuestro mundo, y a ese mal hay que plantarle cara y sanar dinámicas que destruyen: apagar envidias, desvelar mentiras, vencer odios, suavizar corazones de piedra, tocar la vida de quien se siente intocable… No necesitas grandes recursos para ello. No necesitarás el ordenador o el teléfono de última generación. No andes solo pendiente de tener reservas para comer o una tarjeta de crédito bien cargada. No vivas multiplicando seguridades. En algunos lugares acogerán tu palabra. Quédate allí mientras seas de ayuda. En otros se reirán, pasarán, te rechazarán. No pierdas más tiempo y vete, y no te culpes. La culpa es de ellos, de quienes eligieron el camino de la dureza, la antipatía o el rechazo.
(Rezandovoy)