Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».
«En lo alto» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«Meditative Guitar» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Como la cierva anhela los arroyos
así te anhela mi ser, Dios mío.
Mi ser tiene sed de Dios, del Dios vivo,
¿cuándo podré ver tu rostro?
Cuando mi vida se vuelve gris,
cuando me pregunto: '¿dónde estás?'
cuando me asalta la nostalgia por tiempos mejores,
cuando desfallezco y me siento apagado,
entonces me vuelvo a ti, Dios mío.
Te preguntaré: '¿dónde estás?'
Te diré: 'no me olvides',
y tú me responderás.
De día me enviarás tu amor
y de noche cantaré tu canto.
Cuando me sienta cansado,
cuando me invada la duda,
cuando me duelan las cosas,
cuando me falte el amor,
entonces me volveré a ti, Dios mío.
Enviarás tu luz y tu verdad
ellas me guiarán,
me llevarán por el camino de la vida
y me darán la alegría profunda,
la esperanza firme,
la luz única.
(Rezandovoy, inspirado en los salmos 42 y 43)