En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por Él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de Él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado.
«Ya no puedo callar» © Con la autorización de Antonio Mata
«Christmas Guitar» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Que esta Navidad te siga…
En los pies que no descansan,
ni en el lodo ni en el cielo.
En aquellos que, no andando,
pisan sin retroceder.
En los que yendo descalzos
abren brechas en el suelo,
para que el alma camine
hasta llegar a Belén.
Que esta Navidad te mire…
En las caras de esa gente
que, sobre la confusión y la amargura,
la orfandad y el ajetreo que cargan,
dejan caer, como rocío,
el resplandor del niño Dios.
Que esta Navidad te toque…
En las manos que trabajan
por los otros,
las que abrazan
y acarician sin parar,
las que cambian los establos de indigencia
en recintos de esperanza,
de inclusión, de paz y pan.
(Seve Lázaro, sj)