Un leproso se acercó a Jesús suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme». Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio». Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio».
Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a Él de todas partes.
«Taizé instrumental I» © Autorización de Atheliers et Press de Taizé
Si quieres, me limpiarás:
mi búsqueda de aprobación,
mis miedos camuflados,
mis quejas sin ton ni son,
mi mezquindad a lo creado,
a los hermanos y al Creador.
Si me tocas, podré tocar:
las heridas sin asco,
la carne triturada por el dolor,
la piel radiante acariciada por el amor,
las fragilidades rotas,
los ‘no’ propios y ajenos,
los ‘sí’ generosos y envueltos en pasión,
la vida como viene,
lo que sueñes para mí, para otros, para todos.
Si lo quieres tú, también, lo quiero yo.
(Malvi Baldellou)