Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos y comiendo con ellos, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
Por segunda vez Jesús le preguntó: «Simón de Juan, ¿me amas?». Y él le dijo: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le contestó: «Apacienta mis ovejas».
Entonces, por tercera vez le dijo: «Simón de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas a donde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras».
Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».
«Contigo+feliz» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«Taizé instrumental I» © Autorización de Atheliers et Press de Taizé
Hoy, Señor, me siento a tu mesa junto a Pedro, el brabucón y cabezota de corazón noble.
Tu advertencia, seguramente, le traspasó el corazón y la idea de negarte le llenaría de angustia y confusión. Pedro, el primero de todos y, sin embargo, el que hasta tres veces te negó. El cobarde que huyó de tu mirada al salir del pretorio.
Pero Tú, Jesús, viniste a por las ovejas perdidas, a por los pecadores que se sitúan arrepentidos al final del templo, y no por los fariseos de los primeros puestos. Y, por eso, vuelves a sentarte con Pedro… Y conmigo. Tú eres el Dios de la contradicción y, por eso, el Dios del perdón a Quien continuamente puedo volver.
(Óscar Cala, sj)