Viendo Jesús la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos».
«Chile te canta María » © Permisos pedidos a Misión País
«Ciudad Multicolor.» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
Felices los infelices
que no pierden la esperanza,
los incompletos
que siguen creciendo,
los heridos
que se dejan lavar las llagas,
los vulnerables
que no se avergüenzan de serlo.
Felices los fracasados
que del golpe hacen escuela,
los olvidados
que recuerdan sin odio,
los diferentes
que se saben únicos,
los enfadados
que se ríen de sí mismos.
Felices los preocupados
que bailan sobre charcos,
los tímidos
que alzan la voz,
los profetas
que rompen candados,
los creyentes
que preguntan.
Felices, en este mundo turbulento,
los buscadores de Dios.
(José María R. Olaizola, SJ)