Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame rabbí.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar rabbí, porque uno sólo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
«Amazing Grace» © Autorización de San Pablo Multimedia
Siempre me dijeron que estabas arriba,
que eras poderoso, omnisciente y juez.
que legiones de ángeles te servían,
y que tenías corona, manto, anillo de rey.
En tu nombre y con la biblia, desde siglos,
se proclaman reyes, papas, presidentes.
Se les sienta en tronos, se les reverencia
como embajadores y portavoces tuyos.
¿Cómo imaginarte, entonces, sin atributos?
¿Cómo pensar el mundo sin jerarquías?
Si tú eres un Dios sin poder, arrodillado,
todo tambalea: la fe, la política, la economía.
Pero así quisiste ser, un Dios al revés.
Sin rango sagrado, sin incienso, sin letanías,
dejándote en mis manos como pan de cada día,
tus pies detrás de los míos, hasta desfallecer.
Ya no quiero quererte, sin querer de esa manera,
siempre en dirección contraria al cálculo y al rédito,
sirviendo sin requisitos, hasta el corazón abrirse
a una muerte con sentido, a una vida sin barreras.
(Seve Lázaro, sj)