Al despertar, Señor, me saciaré de tu semblante.
Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.
Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme.
Pero yo con mi apelación vengo a tu presencia,
y al despertar me saciaré de tu semblante.
«Quiero construirte una casa, Señor » © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
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Cuando despiertes, te saciarás de mi semblante. No temas.
Yo escucho tu apelación, atiendo a lo que me dices. Presto oído a tus súplicas, pues sé que cuando brotan de lo profundo, en tus labios no hay engaño.
Sé que has caminado con firmeza por mis caminos, y que tus pasos no vacilaron. Invócame, que yo te responderé, yo que soy tu Padre. Escucho tus palabras, las que pronuncias y las que ni te das cuenta de que me diriges. Yo te protegeré como al bien más preciado, te guardaré a la sombra de mis alas. Tú sigue llamándome, también en la noche, y al despertar te saciarás de mi semblante.
(Rezandovoy)