En una ocasión, los discípulos preguntaron a Jesús: «¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos?». Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ese es el mayor en el Reino de los Cielos. Y el que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe. Guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno sólo de estos pequeños».
«Como un niño» © Difusión libre cortesía de Colegio Mayor José Kentenich
«Debut» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Convertir una tormenta inesperada
en catarata mágica
cocinar un festín de galletas con barro,
y con tres cachivaches montar una tienda.
Sonreír, aliviado por la voz conocida
que te evoca mil juegos, una casa y un beso.
Reposar, vulnerable, en abrazo seguro.
Sollozar sin vergüenza hasta caer dormido,
para alzarte mañana invencible de nuevo.
Preguntar sin descanso, sediento de respuestas.
Curiosear, inquieto, en todos los rincones.
Y entonces descubrir el mundo, al otro, un Dios.
y gritarlo muy alto, y pintarlo con ceras
y decirlo a los tuyos, y empezar a crecer…
para, un día distante, recordar la tormenta,
la galleta de tierra, la tienda de papel,
esa voz conocida de juego, casa y beso,
la pregunta constante y el rincón ignorado.
El mundo que te llama, el otro, siempre en torno,
y ese Dios que, de nuevo, te seduce y te envía,
a gritarlo muy alto,
a pintarlo con ceras,
a decirlo sin miedo,
como un niño, otra vez.
(José María R. Olaizola, sj)