Un escriba se levantó y, para ponerlo a prueba, preguntó a Jesús: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?». Él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?». El escriba contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo». Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida».
Pero el escriba, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?». Entonces Jesús respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó; cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: ‘Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta’. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?». El escriba contestó: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Vete y haz tú lo mismo».
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«After Hours» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
¿Qué viste, samaritano,
para detener tu marcha?
¿No llevabas prisa,
como tantos
que, antes que tú,
pasaron de largo?
¿Nadie te esperaba en casa?
¿Es que ya conocías
al hombre del camino?
Si fuera tu hermano,
tu vecino, tu amigo,
tu generosidad
tendría más sentido.
Pero, ¿por qué cargar
con un extraño?
¡Qué ganas de complicarte el día!
¿No sabes que siempre hay caídos,
y si abres la puerta
no te dejarán cerrarla?
¿Por qué lo hiciste?
¿Por qué lo haces?
Samaritano imprudente,
¿por qué me amenazas
con tu compasión,
que descubre
todas mis resistencias?
(José María R. Olaizola, SJ)