Después de que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente, y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma. Jesús les dijo enseguida: «¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!». Pedro le contestó: «Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua». Él le dijo: «Ven». Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: «Señor, sálvame». Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?». En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo: «Realmente eres Hijo de Dios».
Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le trajeron a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.
«Dios te ama» © Autorización de Tere Larraín
«Timeless» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Sin ti me hundo, Señor.
Por más que te cite,
que te evoque.
Por más versos
que bosquejen
tu rostro y tu vida.
Sin ti se abren a mis pies
las aguas del desconcierto.
Y me ahogo
en un mar de nostalgias,
de intrascendencia,
de propósitos inútiles.
Sin ti no hay prójimo,
ni amor,
sólo egoísmo confundido.
Sin ti vence el miedo,
manda el desconcierto,
el desaliento se impone.
Pero, contigo,
bailo sobre las aguas,
tu mano me alza
por encima de las dudas.
Tú fortaleces mi fe vacilante,
la tormenta se desvanece
y los versos se vuelven plegaria.
Al acoger tu palabra
descubro, en los otros,
misión y refugio.
Contigo se disipan las nubes
y tu horizonte se me hace destino.
(José María R. Olaizola, SJ)