Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles
«Nuestro canto de alabanza» © Permiso pedido a Misión País
«Cherry Picking» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Cualquier segundo es una puerta
para entrar en tiempo.
Todo centímetro es una tierra
que lleva tu huella.
Cada color y cada aroma
me hacen sentir tu fantasía
jugando hacia el infinito.
En cada mirada se asoma
la intimidad de tu misterio.
Todo golpe de azada
cae sobre la tierra
con certeza de cosecha.
Cada canto verdadero
trae hasta mi corazón
el rumor de la fiesta
que ya empezó eterna
al final de mi camino.
Señor, no puedes perderte
en una clandestinidad absoluta:
yo me moriría en tu ausencia.
Ni puedes revelarte en toda tu grandeza:
yo quedaría absorbido
en el resplandor de tu gloria.
Tú eres el Señor de la justa cercanía,
del sacramento necesario
que nos permite irnos haciendo,
sin tanto frío y noche
que quede crudo nuestro barro,
ni tanto sol y mediodía
que tu fuego nos calcine
(Benjamín G. Buelta, SJ)