Los apóstoles le dijeron a Jesús: «Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y os obedecería. ¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: ‘Enseguida, ven y ponte a la mesa’? ¿No le diréis más bien: ‘Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú’? ¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: ‘Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer’».
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Sólo en tus ojos puedo leer
quién soy y lo que valgo,
mientras las demás miradas
me zarandean en el vértigo
del abismo o de las cumbres.
Sólo en tus manos crecer
tiene el ritmo justo
del sol en el oriente
o de la madera en el tronco
bajo la cáscara cómplice,
mientras me quiere absorber
el instante digital
donde el vértigo seduce.
Sólo tu presencia,
tus tiempos y tus ritmos,
sin ansia ni porfía,
despiertan mi secreto
de vida interminable,
donde mi futuro
brota de tu misterio
sin deudas y sin ancla.
(Benjamín G. Buelta, SJ)