Algunos se presentaron a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?’. Pero el viñador respondió: ‘Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar’».
«Ite inflamate omnia» © Autorización de Compañía de Jesús Chile
«A life» © Usado bajo licencia no comercial Creative Commons
Con tu mano rodeas
el pábilo vacilante
y proteges su llama
del viento que arrastra
los fríos del Norte.
Con tu mano sanas
célula a célula
la herida de la caña
quebrada por las botas
de la competencia ciega.
Veo arañadas
tus manos de viñador
por los sarmientos secos
de una vida exitosa
cortados en la poda.
En los surcos de tus manos
hay color de arcilla
que delata tu oficio
de perpetuo alfarero
de nuestro barro.
En tus palmas abiertas
palpo los callos del bastón
en tu búsqueda incesante
para reunir en tu rebaño
los perdidos en sus soledades.
(Benjamín G. Buelta, SJ)