Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña: mi amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó y plantó buenas cepas; construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. Y esperó que diera uvas, pero dio agrazones. Y ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá, por favor, sed jueces entre mi viña y yo. ¿Qué más cabría hacer por mi viña que yo no lo haya hecho? ¿Por qué, esperando que diera uvas, dio agrazones?
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«Jesuitas Acústico» © Autorización de Cristóbal Fones
Es verdad.
Parte de la siembra caerá en el camino,
entre las espinas, entre las piedras,
sobre costumbres duras, entre codicias asfixiantes
y espaldas golpeadas.
Y se perderá la palabra.
Pero como verdad más honda,
siento la urgencia de hundir la mano
en las semillas del alma,
y lanzar al aire la vida sin discriminar los terrenos
ni calcular la respuesta,
ni acumular la ganancia.
Y al seguir el camino,
que me quede la alegría de la mano abierta,
sin posesiones viejas en los puños cerrados
que ya no pueden acoger la novedad que regalas.
(Benjamín González Buelta, sj)