José y María tuvieron que salir de viaje cuando faltaba muy poco para que naciera Jesús. Ellos hubieran preferido quedarse en Nazaret, pero el emperador había decidido que todas las personas tenían que ir al pueblo en el que habían nacido, para hacer una lista de todos los habitantes del imperio. Es que el emperador quería saber si era muy poderoso. Así que se fueron. No te creas que iban en coche. En aquella época, si tenías dinero, podías ir montado en caballo o burro, y si no, a pie. Así que a pie se fueron. Eran más de 100 kilómetros lo que tenían que recorrer desde Nazaret hasta Belén, y tardaron varios días. Cuando llegaron a Belén, nadie les hizo sitio en su casa. Todo estaba lleno, y además nadie quería complicarse con una mujer a la que se veía embarazadísima. Así que tuvieron que prepararse para dormir en un establo. ¿Te imaginas qué preocupación? María, a punto de tener un niño, y casi en la calle. Pues así nació Jesús. Ayudados por una vecina, rodeados de animales que daban calor… Y, sin embargo, en cuanto lo tuvieron en brazos, a María y José se les pasó toda la preocupación, y no podían parar de mirarlo.
Lejos, en Jerusalén, la capital, el rey Herodes dormía a pierna suelta y ni se enteró. En la ciudad también dormía todo el mundo. Dios estaba llegando a la historia y el mundo parecía dormido. Pero fuera de la ciudad, en la noche, los pastores estaban despiertos. Los pastores entonces eran gente bastante poco aceptada. Eran los que hacían el trabajo que nadie más quería. Pues justo ellos, los más pobres, estaban despiertos para descubrir que en el cielo los ángeles cantaban –como cantan los ángeles, de una manera especial que hay que saber escuchar–. Y por eso se fueron hasta e lestablo. Y cuando lo vieron, se dieron cuenta de que ese niño era el Dios delas sorpresas.
Llega ya, como cada Navidad,
el Niño Dios ha nacido,
junto a mí se quiere quedar.
Villancicos y regalos,
luces, fiestas, mazapán,
pero algo me dice esta noche,
que busque en otro lugar…
No te encuentro en esas cosas,
que se acaban, vacías están.
¿Dónde estás, Jesús, amigo,
dónde te puedo encontrar?
En un portal, en un pesebre,
ahí es donde debo buscar,
porque Dios de nuevo llega
casi sin hacerse notar…
Siendo grande se hace pequeño,
como cada Navidad.