Transfiguración


Debajo de la piel,
muy dentro,
en lo profundo,
arde un fuego
poderoso.
La fuerza
de un Dios late, discreta,
en el pozo de los anhelos
      y los sueños.

A veces asoma, y es
      palabra humilde,
      caricia,
      gesto de amor,
      mirada humana,
      alegre bullicio,
      silencio reconciliado.


Brillan más los ojos,
un fulgor distinto colorea el rostro,
se entonan
melodías vivaces,
ese canturreo crece,
      contagia a muchos,
y por un instante de comunión
nace un clamor de júbilo.

Se está bien aquí.
Menos uno, y más nosotros.

Luego se impone la vida
con sus rutinas.
Pero sabemos que
debajo de la piel,
muy dentro,
en lo profundo,
late Dios.

(José María R. Olaizola, SJ)