Seducir
Me seduces, Señor,
sin artificio ni adorno.
Con la verdad desnuda
de tu palabra,
de tus preguntas,
de tu cruz.
Me cautivas
en la pasión
de tu vida y de tu muerte,
y en la esperanza de tu resurrección.
No me siento muy capaz,
pero tú me llamas,
y ahí germina la lucha:
te admiro, pero temo
te quiero, mas yerro,
te escucho y te niego.
Tú eres luz,
yo estoy ciego.
Pero no cejes en el empeño.
Prefiero tu invasión difícil
a mi seguridad vacía.
Tú sabrás derribar los muros
y llenar mi casa de Vida.
(José María R. Olaizola, sj)