No me dejaré llevar por la ira

«Anda, baja del monte, que se ha pervertido mi pueblo, el que saqué de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: ‘Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto’.
Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, mi ira se enciende contra ellos, pero aún quiero hacer de ellos un gran pueblo. Yo los saqué de Egipto, con gran poder y mano robusta. Por eso de mí nunca se dirá que con mala intención los saqué, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra. El incendio de mi ira se aleja, porque me acuerdo de mis siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juré por mí mismo, diciendo: ‘Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre’.
No me dejaré llevar por la ira, de mí nunca llegará la amenaza…».

(adaptación de Ex 32, 7-14)