Meditación (fragmento)
La puertecita estrecha que conduce a la vida,
la entrega y la renuncia que asegura el tesoro,
esa piedra preciosa que en tu pecho escondida
Tú me ofreces a cambio y yo nunca valoro…
Señor, Señor, es eso: dejarme, abandonarme.
Eludir el enredo de quererme y tenerme.
Defenderme del miedo y temer entregarme.
Dar el salto es lo sabio. Lograr desposeerme.
Entonces sí, qué importa lo que importaba tanto.
Mejor no pido nada subido a tus almenas
y todo dará igual: –sea la paz o el quebranto–.
¡Si ya perfuma el aire un blanco de azucenas!
(Osvaldo Arenas, SJ)