Coloquio desde la tormenta

Señor Jesucristo, que ofreces tu paz a los que se sienten amenazados por las tempestades de los mares del mundo, que devuelves la vista a los que nos sentimos cegados por nuestros propios miedos, paralizados por ellos. Sálvanos, Señor, que perecemos en la barquilla endeble de nuestra endeble fe.
Dios Padre bueno, que nos enviaste a tu hijo para que se encarnara en nuestros miedos y nos mostrase el camino de la liberación. Dios que nunca duerme ante nuestras súplicas y que puede hacer callar las tempestades con la simple resonancia de su voz. Sálvanos, Padre, que perecemos en la barquilla endeble de nuestra endeble fe.
Espíritu Santo, que infundes valor al débil y alientas también hoy el testimonio de los mártires y la bondad de los santos. Mantennos siempre en oración vigilante e inunda cada uno de nuestros miedos con el fuego de tu amor. Que ese amor nos renueve y nos revista de la fe y la valentía que no tenemos. Que en las tempestades del mundo nos alumbre siempre la esperanza, más allá de nuestros torpes miedos. Amén.

(Juan Vicente Fernández de la Gala)