Silencio

Porque hay días
en los que el silencio duele.
Inquieta, molesta y nos hiere.
Y en esa incomodidad,
pacientemente sufrida,
se abren espacios,
se perciben nuevas profundidades,
resuena la vida
como viene
como está.
Sin idealizar,
sin disfraces,
sin anestesia,
sin distracciones.
Y por eso nos descubrimos, al fin, heridos.
Permaneciendo allí, abrazados al silencio
y a la presencia que él regala, todo se va aclarando.
La hondura inmensa
se vislumbra, fugaz, en un instante.
Y la Palabra, porque tuvo espacio,
pudo ser escuchada.
Bendito silencio.
Bendita presencia.
Bendita palabra.
Que sana e inquieta,
recordándonos
lo incómodamente humano,
lo ambiguo y complejo que nos habita;
que perdiéndonos,
nos encuentra.
Allí te espero.
Allí te deseo.
Allí te busco.
O, quizás, allí deseo estar.
Sin hacer mucho.
Esperando(te).

(Matu Hardoy)