Fruto prohibido

Queríamos ser dioses.
Estábamos seguros
de tener el derecho,
la llave, la manera
de conquistar la vida,
Buscábamos el modo
de poseerlo todo.
Mirábamos, con rabia,
a la fruta prohibida.
Queríamos probarla.
Por estarnos vedada
más nos arrebataba.
¿Por qué aceptar los límites?
¿Qué nos impediría
tomarla por la fuerza?
¿Acaso no podíamos
conquistar el futuro
con el único impulso
de nuestra voluntad?
Traspasamos las líneas,
transgredimos las reglas,
mordimos aquel fruto
y solo tras hacerlo
comprendimos, heridos,
la amargura escondida
detrás de su apariencia.

(José María R. Olaizola, sj)