Compás de espera

No desesperéis,
viandantes,
soñadores,
ingenieros
de caminos nuevos.
¡Es verdad!
La noche se adentra
y sólo se rezan responsos
de muerte a la vida,
al amor, a la equidad,
en un mundo
ciego y sordo
a todo lo que no sea
«la misma dirección»,
«el mismo rumbo».

Pero, ¡Es Adviento!
y Dios viene
como fuego
para incitar
toda inquietud,
unir su voluntad a la vuestra,
y como viento huracanado
ir derribando a cada paso
una frontera, una valla,
un inamovible obstáculo.

No os aflijáis más
los que tenéis
vedada la esperanza
en el calendario
de un día tras otro
sin mañana,
los náufragos de la desdicha,
los de la mirada extraviada
al perder todo lo que creíais vuestro.

Sabed que
vuestra postración
provoca náuseas,
sin parar, en Dios.
Y tiene prisa
el que quiere
venir a vuestra carne,
y en el poder revelador
de un sueño,
por boca de su ángel,
musitaros: ¡Alégrate!
¡Levántate! ¡Sígueme!

(Seve Lázaro, sj)