Tormenta

Sin ti me hundo, Señor.
Por más que te cite,
que te evoque.
Por más versos
que bosquejen
tu rostro y tu vida.
Sin ti se abren a mis pies
las aguas del desconcierto.
Y me ahogo
en un mar de nostalgias,
de intrascendencia,
de propósitos inútiles.
Sin ti no hay prójimo,
ni amor,
sólo egoísmo confundido.
Sin ti vence el miedo,
manda el desconcierto,
el desaliento se impone.

Pero, contigo,
bailo sobre las aguas,
tu mano me alza
por encima de las dudas.
Tú fortaleces mi fe vacilante,
la tormenta se desvanece
y los versos se vuelven plegaria.
Al acoger tu palabra
descubro, en los otros,
misión y refugio.
Contigo se disipan las nubes
y tu horizonte se me hace destino.

(José María R. Olaizola, SJ)