Ven a mí

Ven a mí, tú que a veces te agobias, te fatigas, te desesperas. Ven, que yo prepararé para ti una mesa, cada día, si quieres. Para que te alimente un festín de vida. Disfruta del amor sencillo, concreto, cotidiano. Ven, y yo te aliviaré, con palabras de esperanza, de justicia y de paz. Aparca, por un momento, las inquietudes, siéntate en la vereda de tu camino, para reposar, conmigo. Ven, y encontrarás, en mi compañía, otros muchos caminantes mecidos por mi abrazo. Ven y aprende de mí, que a todos acojo, porque todos merecen una oportunidad, una palabra de calma y una mano sobre el hombro que les recuerde que no andan solos. Ya verás cómo algunos problemas pesan menos, y te das cuenta de que el evangelio se lleva con facilidad, porque lo llevas escrito en tu entraña. Estoy aquí, en la mesa, en la calle, en el silencio, en el prójimo, en tu interior, en cada gesto de amor… Anda, ven, pues quiero compartir contigo todo lo que soy.

(Rezandovoy, sobre Mt 8, 12-14)