¡Ay, Dios!

¡Ay, Dios, cómo me has arrastrado, cómo me has desarraigado, cómo me llevas en tu invencible frenesí, cómo me arrebataste hacia tu amor! Yo dudaba. No, no dudo: dame tu incógnita aventura, tu inundación, tu océano, tu final, la tromba indefinida de tu mente, dame tu nombre, en ti. (Dámaso Alonso)