Coloquio en la búsqueda de Dios
Dios Padre bueno, que has puesto en el corazón de los hombres el deseo ardiente de la trascendencia y nos llamas hacia ti de tantas formas y por tantos caminos, concédenos la capacidad de estar atentos a esa llamada, de encontrarla constantemente a nuestro alrededor. Que sepamos verla en la luz de cada paisaje, en la vida, enigmática y única, de cada ser, en cada mirada de compasión o de desvalimiento, en nuestros anhelos insatisfechos que este mundo no logra saciar, en todos los gestos humanos que nos rodean. Enséñanos a ver en todo ello una voz profética, inextinguible en el tiempo, que trasciende los siglos y las generaciones y apaga los miedos de nuestro corazón. Una voz que nos invita a caminar hacia ti.
(Juan V. e Isa)