Bailes en el salón del mundo

La pista de baile brilla iluminada por corazones ardientes. El suelo son los caminos agrestes. Comienza el movimiento. Resplandecen los bailarines engalanados con la sencillez de los humildes y la pasión de los mortales. Sus joyas son las lágrimas vertidas en cada batalla, y las risas surgidas con cada encuentro. Su paso más bello es el deseo de aprender. Una música, el amor, resuena en cada rincón, y hasta los más tímidos se atreven a moverse, seducidos por su tono inmortal. Baila, baila sin cesar cada ser humano en el salón del mundo. Dios también baila con nosotros. (José María R. Olaizola, sj)