Resucitó

En la tarde del viernes, las instituciones del poder exterminaron de la tierra al justo vulnerable. En el cuerpo de Jesús expresaron su deseo, de reducir a polvo, su carne y su memoria. El espíritu de Jesús ardió como una antorcha de fracaso, de angustia, y de abandono de Dios. Y ante tanta injusticia el Padre se calló, con un silencio de hielo que congeló la historia. La mañana del domingo, el Padre engendró la Palabra que abrió toda realidad, a la esperanza infinita. El espíritu de Jesús experimentó el abrazo, que siempre estuvo a su lado sin distancia ninguna. El cuerpo resucitado llevó hasta la eternidad los golpes, las caricias, y la tierra de los caminos. Y en medio del poder sorprendió una comunidad de pobres y de excluidos que fecunda todos los siglos. (Benjamín G. Buelta, sj)